miércoles, 27 de julio de 2011

10ª Etapa. Sarria - Santiago de Compostela



La etapa más importante del Camino… la última. Atrás quedan las experiencias de muchos días de Camino, una experiencia que dejará su peculiar huella en nuestra propia existencia.

Nos encontramos en un tradicional punto de salida para buena parte de los caminantes, ya que Sarria se encuentra muy cerca de los míticos y últimos 100 km, la distancia mínima que hay que recorrer a pie para ganar la Compostela.

La etapa, aparentemente, no entraña dificultad alguna: kilometraje asequible y paisajes reconfortantes. Sin embargo, los primeros 13 km hasta Ferreiros (donde abundan más los falsos llanos y las subidas que las bajadas), la imposibilidad de mantener un ritmo constante debido a la orografía ondulada y el cambio frecuente de piso convierten esta jornada en algo más que un mero paseo rural.

En este primer tramo pasamos junto a una fuente decorada con Pelegrín, la mascota del Xacobeo’93. Avanzamos por camino entre bajos muros de piedra y castaños hacia Cortiñas (mojón 102), Lavandeira (mojón 101,5) y Brea (mojón 100,5) para llegar a un falso mojón de los 100 km y, unos metros más adelante, al verdadero, coronado de piedras y bañado en graffiti. Bastaría comenzar a pie en este punto para obtener la Compostela… pero la peregrinación es mucho más que un certificado firmado.

En cuesta, alcanzamos Ferreiros. Bajamos por pista asfaltada hasta el inmediato Mirallos (mojón 98). El Camino se dirige por asfalto a A Pena y posteriormente a Couto y Rozas (mojón 97). Pasamos Mercadoiro y el itinerario visita Moutrás. Tras una cuesta y pistas asfaltadas, descendemos hasta Parrocha y Vilachá. Un brusco descenso nos acerca hasta el río Miño, embalsado por Belesar (mojón 90). El puente, de más de 350 m de longitud, nos acerca hasta el Portomarín de fachadas blancas y tejados grises.

La ciudad antigua de Portomarín está sumergida en el embalse de Belesar. El pueblo tuvo que ser reconstruido en 1960, en una ladera segura.

El mojón 89 nos guía por un camino que sube apaciblemente por la falda del monte San Antonio. Ascendemos aproximadamente 1 km y comenzamos a llanear entre pinos y prados.

De un andadero a otro, llegamos a Toxibo (mojón 85,5), pasamos un merendero y tiramos hasta la cercana parroquia de Gonzar, donde tomamos una pista que sube a Castromaior. Hasta el alto de la Sierra de Ligonde, se supera un desnivel de 335 m, pero se pasa con facilidad. Tan sólo un exigente repecho de 700 m a la salida de Castromaior, tras el que llegamos a Hospital da Cruz, aldea de la parroquia de San Mamede de O Río (mojón 78,5). La siguiente población que visitamos es Ventas de Narón.

En suave ascenso, llegamos hasta el mojón 76,5, que anuncia la Sierra de Ligonde. Disfrutamos de un buen tramo en descenso. Justo antes de entrar en Ligonde se encuentra el célebre cruceiro de Lameiros (1670).

A la salida de Ligonde, remontamos el tobogán hasta Airexe. Después alcanzamos la aldea de Portos (mojón 71) y la parroquia de Santiago de Lestedo (mojón 70,5). Posteriormente viene A Brea, Avenostre y, después, O Rosario, lugar donde los peregrinos rezaban un rosario ante la vista del Monte Sacro. Unos metros más y llegamos a Palas de Rei.

El tramo de etapa entre Palas de Rei y Arzúa luce un perfil «rompepiernas», que lo convierte en un verdadero reto. Un sinfín de toboganes y escenarios mágicos como el del río Catasol hasta Ribadixo da Baixo y Arzúa, donde a su vez conecta el Camino del Norte.

Entre Arzúa y la Catedral de Santiago median casi 40 km. El Concello de Arzúa cede el testigo al de O Pino en un trayecto cómodo, con pendientes más fáciles y por pistas siempre cercanas a la N-547. Los eucaliptos pueblan, cada vez más, el paisaje gallego. Los prados particulares se suceden uno tras otro. Viajamos por pistas revestidas de hojarasca y propensas a ensuciarse a poco que llueva.

En O Pedrouzo, el pedaleo se torna sereno, quizás por miedo a terminar. Sobre pistas de hojarasca, entre las últimas manchas de eucaliptos y robles, llegan las últimas aldeas de O Pino.

Tan sólo 20 km ya, frente a los casi 1.000 completados desde nuestro primer día en Sevilla. Lejos, muy lejos, quedan ya los bosques mediterráneos, las fincas pobladas de jaras y encinas, la dehesa extremeña, la vasta meseta castellana y sus extensas llanuras de cultivo, e incluso los montes de León y el mítico O Cebreiro, que franqueamos ayer mismo.

Un monolito esculpido con el bordón, la calabaza y la vieira anuncia la entrada en el municipio de Santiago. Rodeamos el perímetro del aeropuerto, dejando a mano izquierda varias hileras de balizas, y entramos en San Paio.

Por pista asfaltada, una cómoda subida finaliza en el esperado Monte do Gozo. Desde este punto obtenemos la primera panorámica de Santiago y su Catedral.

Finalmente, entramos bajo el Arco del Palacio por un pasadizo, para acceder a la Plaza del Obradoiro, donde termina nuestra aventura. Mientras nos encaminamos al centro mismo de la plaza, vamos descubriendo cada detalle de la fachada occidental. Es difícil no emocionarse. Llegar a Santiago de Compostela como peregrino es una experiencia inigualable… pocos viajes son comparables a este.

La Catedral representa el culmen del Camino y en ella descansa el apóstol, que provoca que centenares de miles de personas emprendan año tras año un viaje lleno de fatigas y experiencias que se convertirán en recuerdos para toda la vida.

Tras subir por la escalinata de la catedral, admirar el Pórtico de la Gloria, dar el abrazo al Santo y descender a su sepulcro, la gran mayoría se dirige a la Oficina del Peregrino. Está en la rúa do Vilar, muy cerca de la fuente de las Platerías. Esperaremos nuestro turno, rellenaremos un pequeño formulario, nos pondrán el sello de Santiago en la credencial y nos darán, si así lo queremos, la Compostela.

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